A menudo me siento perdida, y escondo mis alas entre mis brazos, para ver si en reposo logro encontrar mi sendero. A menudo me escabullo, y me pierdo por entre las tinieblas, queriendo alcanzar la calma. Pero el corazón me vuelve a asaltar, cual pistolero, para atravesarme el alma, y hacerla ensangrentar de dolor.
Ya no recuerdo tu olor, ese con el que me adormilaba. Ya no recuerdo si fui yo, o si fuiste tú quién comenzó a no decir nada, a dejarlo correr, a no darle importancia. Y ahora ya no siento tu presencia junto a mí, en la cama. Te fuiste hace mucho tiempo, y aunque convivo con tu cuerpo, ya no entiendo tu alma. Quisiera saber por qué fue. Quisiera entender el motivo, por el que dejé de añorarte. Quizás fue la costumbre de buscarte y no encontrarte. Quizás fue sólo rutina. Tal vez cansancio de amarte. El caso es que creo que ya no me dueles. Creo que, al mirarte, tú ya sabes que se me olvidó quererte, y que, aunque quisiera, ya sólo hago intentos por darte cariño, pero intentos en balde. Ya no recuerdo tu olor, ese con el que me adormilaba.
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